Hoy estuve en una cárcel por primera vez, por suerte tan solo se trataba de una visita.
La experiencia resulta impactante, se caen los esquemas preconcebidos y las ideas sacadas de la tele. Lo que más llama la atención es que no hay una separación entre presos, funcionarios (el nombre bonito de los carceleros) y visitantes de toda índole. Al grupo de estudiantes nos chocaba que pudiesemos estar caminando entre delincuentes, nos preguntábamos qué habrá hecho éste o aquél. Tal vez, en nuestra vida privilegiada habíamos dado un estatus muy bajo para las personas que delinquieron, tan bajo que nos incomoda la falta de separación o distinción (que no es más que una distanciación por medio de símbolos).
Es curioso, hasta ahora me había considerado de pensamiento muy humanista sin tener la posibilidad de confrontar la creencia con la realidad. Ahora me tengo que replantear la cuestión, cuando piense en delincuentes tengo que ver primero a las personas y luego al delito, no al revés.
Recomiendo a los lectores que tengan la oportunidad de visitar una cárcel que no se la pierdan, merece la pena y se puede aprender mucho.
10/11/08
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