A menudo encontramos lugares que nos despiertan sentimientos. Otras veces es al revés y son los sentimientos los que nos transportan a lugares lejanos, que conocemos aunque nunca antes hayamos estado allí. No se muy bien si lo que se evoca es un espacio físico o una experiencia.
Bolonia es feliz como lo es Salamanca. Las calles de Génova recuerdan a las de Lisboa. Sarajevo no es ni la sombra de una ciudad, el mercado de Iznik evoca los aromas cubanos de su homónimo en Cienfuegos (aunque en el primero no haya carne de cerdo y en el segundo no la haya de cordero). La isla de Ostrow Tumsky hace de Wroclaw una ciudad mágica. Quizás tanto como le Petit France lo haga de Estrasburgo. Los camellos que van al reparto de Párraga en la Habana, no son tan diferentes de los que recorrían cargados de mercancías el desierto. Los espárragos en la isla de Fionia se recogen igual que los que existen en el delta del Nilo. Gante despierta nostalgia como lo hace Évora.
Las “grandes” ciudades, Madrid, París, Viena, Berlín, Roma, Zurich…son todas iguales. Despiertan siempre el mismo sentimiento.
El cielo de la Hamada argelina no es comparable con nada. Su gente tampoco.
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